Un cliente consumidor firmó un contrato de una tarjeta de crédito que le ofrecieron en un stand de un centro comercial. La letra pequeña era tan diminuta, que, al no poder leer con claridad, firmó el contrato sin saber que se le cobraría casi un 25% de interés. Al empezar a utilizarla, comenzó su pesadilla. El banco le dejó 15.000 euros, pero él, finalmente, tuvo que volver 23.000 euros. Valcarce decidió denunciarlo y ahora una sentencia le ha dado la razón. Le han vuelto los 8.000 euros que pagó de más y se ha anulado el contrato que firmó. Según el juez, la letra, por su tamaño, es prácticamente ilegible. La letra pequeña del contrato decía que le cobraría casi un 25% de interés. Estel Romero, de Sanahuja-Miranda abogados, explica en TV3 que todo contrato, sea bancario o de cualquier otro tema «debe ser legible», al igual que una factura, aunque sea la de un supermercado.